El arbitraje de González Vázquez fue peculiar: se enredó en lo trivial y acertó en lo trascendental

Todo cambió en un par de minutos. Villa dio salida a una contra del Valencia y Adriano le derribó de forma contundente. El árbitro le expulsó directamente, aunque ya estaba amonestado y con una amarilla también habría visto el camino de los vestuarios. En la siguiente jugada, Mata se llevó un balón en el área y Escudé llegó tarde, sin freno. Villa engañó a Palop en el lanzamiento. Todo el buen trabajo del Sevilla y el malo del Valencia quedaron equilibrados por un par de acciones decisivas.
La expulsión no hizo que el Sevilla se echara demasiado atrás, salvo en los últimos minutos. Lejos de eso, durante un buen rato tuvo un planteamiento similar al del primer acto, con la lógica limitación de jugar con diez. El Valencia aprovechó los espacios para hacer daño. Palop hizo dos paradas fabulosas y Villa estrelló un balón al palo. El Sevilla, no obstante, aguantó en pie. Los peores momentos parecieron haber pasado cuando Emery sustituyó a Villa, mermado por unos calambres.
El Valencia insistió y encontró un nuevo error sevillista al que agarrarse. Un centro cualquiera lo tocó Fernando Navarro con la mano
El Valencia insistió y encontró un nuevo error sevillista al que agarrarse. Un centro cualquiera desde la izquierda lo tocó Fernando Navarro con la mano. Hasta él se debió sorprender de la forma en la que sacó el breazo a pasear. Con Villa fuera de combate, Mata asumió la responsabilidad y también engañó a Palop. En el correcalles final Pablo Hernández, sensiblemente mejor que Joaquín en el rato que estuvo en el campo, hizo el tercero.
La resurrección del Valencia parece una realidad, con doce puntos en los cuatro últimos partidos, mientras el Sevilla pierde gas. La próxima estación es el Camp Nou, sin Adriano ni Palop. Casi nada.
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